“¿Cómo puedes encontrar a un león
que te ha devorado?”
Carl G. Jung
La vida es breve, la vida del
humano, como un abrir y cerrar de ojos. Y muchos, quisiéramos poder vivirla de
la mejor manera. Ante esta perspectiva, parece, se abre un abanico de
posibilidades, así parece, y ante todo las opciones que nos plantean son externas,
fuera del ser, fuera del individuo: una carrera, un título, un puesto, bienes
muebles, inmuebles, pertenecer a cierta religión porque es la mejor, a cierto
partido porque es el mejor, poseer, y todo un sistema puesto en marcha para
vivir de la mejor manera: satisfaciendo tus instintos primarios: sexo, poder y
dinero. Con sorpresa escuchaba parte de un discurso de, no tengo la certeza así
que pido disculpas si no son los personajes a quien refiero pero si cierto el
contenido, la directora de la universidad de la ciudad de México a los
egresados o estudiantes del plantel, en la que los conminaba a poder ser
extraordinarios profesionistas para lograr “el éxito y ser productivos; que les
permita desarrollarse y ser plenos”. Esta fórmula parece, y así lo demuestra
nuestras circunstancias actuales, no está dando resultados, pues la
colectividad se forma por el número de sus individuos. Y ninguna autoridad
parece, está dispuesta a cambiar la fórmula de “éxito” de seguir fabricando
hombres y mujeres que resulten más aceptables al sistema; en lugar de poner al
alcance las herramientas que permitan a los hombres y mujeres desarrollar su
espontaneidad y personalidad, ser íntegros, ser, y al fin libres. Así que
muchos de nosotros que deseamos “el otro éxito” de desarrollarnos en nuestra
integridad y no seguir traicionando nuestro ser, me refiero: nosotros los
jóvenes. Porque somos nosotros, con nuestro ejemplo de vida, que de alcanzar
nuestra plenitud dependen la de los que nos suceden. Y me refiero aquellos sin
afiliación ni lucro o beneficio tangible: entre política, medios de
comunicación y empresas veo hoy a muchos jóvenes atrapados, empantanados,
luchando contra esos molinos de viento, tierra fértil, la juventud, porque es
el momento de ímpetu, de querer pertenecer, de estar en búsqueda de no saber
claro que, pero en búsqueda de algo. De estar ahí sin querer, de estar porque
lo contrario sería ser expulsado del gueto, la comunidad, los “mejores amigos”,
de ser “antipatriota” o en el último de los casos no ser nada, te dicen. Y
preferible cualquier cosa a seguir viviendo el rechazo, cuando aún están
frescas las memorias de ese rechazo desde el nacimiento, según el subconsciente
el rechazo del vientre de la madre. Alice Miller en su ensayo El Drama del Niño Dotado hace referencia
al hecho de dedicarnos a fabricar una personalidad que resulte más aceptable
para nuestros padres, traicionando a nuestro ser pero agrega que “no debemos
culparnos por ello ya que tampoco hubiéramos podido hacer otra cosa”. De niños,
claro. Pero no es necesario esperar hasta una edad avanzada para corregir el
rumbo, librar las ataduras, y antes que la aprobación de los demás, aceptarse
uno mismo. Estar a gusto con uno mismo. Tengo por seguro que si a cada uno le
dieran un cuadro y unos colores, habría tantas pinturas como humanos ¿entonces
por qué insisten que el cuadro que debo pintar debe ser igual que el de fulano
o zutano? De ninguna manera, ni mi intención es, señalar cuál es el camino. Mi
único deseo es que puedas hacer un alto en el camino si es tu caso, y
reflexionar. ¿Cuándo empezaré por reconocer mis propios molinos de viento que
llevo dentro? Yo prefiero ser un hombre completo antes que una persona buena.
Elan Aguilar.